Estamos acostumbrados a no movernos de nuestras estructuras. De los mandatos.

Las niñas de rosa y los hombres, de celeste. Primero casarse y después tener hijos. Estudiar, y después recién viajar. La novia de blanco y largo, y el novio de traje. Y el casamiento tiene que ser con muchos invitados.

Todo parece ser un mandato social que la mayoría elige seguir - lo cual no está mal - pero hay otros que deciden que esos mandatos son sólo eso: palabras en forma de orden que no necesariamente hay que seguir.

He tenido la suerte de cruzarme con gente así a lo largo de mi vida. Esas personas que responden a situaciones sociales no convencionales con simples: ¿y porqué? Anita y Gregorio son un ejemplo de eso.

A las apuradas fuimos a registrar este hermoso encuentro en dos jornadas, y participé como espectador de lo que se necesita para romper las reglas: sólo ganas de hacer.

Alejarse de todo.

Decidir pasar del ruido de la ciudad al silencio aturdidor de días de invierno a pocos metros de un río que sólo acaricia las piedras todos los días que son constantes. Y cambiantes. Como las estaciones. Elegir un lugar para ellos, frío y acogedor en invierno donde abrazarse y observarse en los espacios tranquilos de una vieja casona de las sierras de Córdoba, hoy devenida en Hostería. Una hermosa Hostería.

Y para celebrar una unión no hay reglas. Una Celebración es simplemente algo que trae regocijo y alegría. No es mandato que sea una fiesta con locura y descontrol. Hay otra manera de celebrar una unión, ¿porqué no? Desde la manos que se juntan para cocinar todo lo que se va disfrutar, los saludos matinales, los comentarios al pasar y la llegada de parientes y amigos lejanos, también se puede celebrar un casamiento con pocas personas, y agradecer de contar con todos ellos. La Familia es Familia siempre. Porque es lo que toca, y eso sí que es un mandato, pero hay otros lazos que se forman y cruzan para dar forma a lo que viene, y de cierta manera a equilibrar y acomodar los espacios para hacerlos más cómodos para todos.

Anita y Gregorio celebraron su casamiento, así de relajados. Fuera de todo mandato, donde no hubo reglas porque las que alguna vez existieron, ya fueron rotas por otros y lo que ellos están haciendo ahora es reforzar la idea de libertad. Se puede viajar antes de estudiar. Se puede convivir antes de casarse. Se puede programar un casamiento con semanas de anticipación siplemente porque un día te despertás con ganas de asegurarte lo poco que necesitás para estar completo: el tener esa persona a tu lado todos los días, con sol, con frío, con olor a leños encendidos, y tierra por todos lados en verano. Y el olor a comida casera que siempre, siempre une. Ése sí es un mandato que no falla, porque siempre termina uniendo, lo que parecía que no.